martes, 18 de septiembre de 2007

ÓPERA: Norma


Hace unos meses tuve mi primera experiencia con un género musical que sólo conocía de oídas. Quizás por desgracia, quizás no, el bel canto no llega a todos, o como mínimo, eso parece. No se si la oferta no es suficiente o simplemente la gente prefiere las artes un poco más terrenales, quizás un poco más accesibles, y la oferta, ya vale.

Iba yo pues al maravilloso Liceu de Barcelona, a ver una obra recomendada por alguien con un poco más de experiencia en el tema. Aunque autodeclarado inexperto, tod@s merecemos una oportunidad. Norma era una obra en principio "fácil" de disfrutar (por un/a novat@), no extremadamente larga (por si se hacía pesada). En fin, un blockbuster, digamos.
Supongo que sería muy fácil decir de una obra que lleva representándose años y años y años, que es una maravilla. La verdad es que si no sabes de algo, lo mejor es opinar como los que saben. Así, no te llevas un "corte". Pero yo no voy a juzgar la obra. Sólo les hablaré de mis impresiones.

Comienza la obra y yo, no lo voy a negar, estaba emocionado y a la vez deseando disfrutar. Claro, ¡imaginen ustedes que no me gusta! Y ¿qué digo? entonces. En fin, primeros compases de la orquesta. Me gusta, pero eso ya lo sabía. La música de orquesta en directo es uno de esos grandes placeres que no se puede explicar. Entonces, como un instrumento más, pero no como otro instrumento más, se escucha una voz. En ese momento se me pusieron los pelos de punta. Si bien hay instrumentos que me gustan más que otros, en una orquesta, la sensación que da escuchar una voz (en directo) es impresionante. Bueno, como mínimo, para mí. Pruébenlo. Pruébenlo. Para mí, esto fue más que suficiente: disfrutar de la novedad. Aunque me gustaron otras cosas, esta sensación fue con la que me quedé. Una sensación sensacional.

No voy a hablar de los intérpretes, ni de la orquesta, ni de la puesta en escena, ni de la historia. Porque no tengo nada con qué comparar. Lo único que puedo compartir con ustedes, siendo lo más objetivamente subjetiv@ y sin inventarme nada son mis sensaciones. Así que aquí las tienen.

Conclusión: Extremadamente recomendable. Prometo repetir y mantenerles informad@s.

Nota: A (noche mágica)

viernes, 14 de septiembre de 2007

Top secret

En la película 12 monos, se nos hablaba del síndrome de Cassandra, basado en una historia de la mitología griega. A Cassandra le fue concedido el don de predecir el futuro, junto a la maldición de no ser creida. Así, el síndrome de Cassandra se le diagnostica hoy en día, a gente que insiste en conocer el futuro y constantemente vaticina desgracias.

Cuando alguien te confía un secreto, en cierto modo, te provee de un don. Sabes algo que nadie más conoce. A primera vista, parece que sea un regalo, un tesoro. Pero realmente es una maldición. No hay nada peor que un secreto. Si bien parece que el ser humano (en general) gusta de poseer lo que otros no poseen, esto sólo se llega a disfrutar si aquellos son conscientes de ello (recuerden el chiste del náufrago y Claudia Schiffer). Así pues, la gracia de un secreto es, a parte de la confianza mostrada por el confidente (valga la redundancia), que sólo lo posees tú . Y la desgracia, es que no puedes decirle a nadie que lo tienes, ya que perdería su naturaleza de secreto.

Así pues, como a Cassandra, cuando te confían un secreto, te aportan un don y a su vez una maldición. Y por esto, a veces me pregunto ¿quién quiere un secreto?

jueves, 6 de septiembre de 2007

Ancestral instinto

Ya sea a pie, ya sea en coche, ¿no les ha pasado nunca que han visto un accidente y alrededor un numeroso grupo de personas haciendo nosequé? No me digan que no, porque no me lo voy a creer.

Vas por la carretera, en coche, y de repente, de circular de manera fluida, parece que hay problemas de tráfico. ¡Vaya! ¿operación retorno? ¿peaje? No. Un poco más adelante ves unas sirenas, bien policía, bien ambulancia, bien bomberos, bien grúa, bien mal.

Caminas por la calle y ves una ambulancia, y unas cuantas personas alrededor. Unas cuantas. ¿Ayudando? No creo que haga falta, ¿no? Alguien debe haber llamado a la ambulancia ya. Seguro.

Algunos animales, cuando ven un cuerpo (de otro animal) tendido en el suelo se acercan, lo huelen, da la impresión que lo clasifiquen: comida o no-comida. Si está vivo, adiós. Si está muerto, ¡Adiós! La naturaleza funciona así, o como mínimo, parece comportarse así. Tiene cierta lógica.

Y claro, el ser humano, el primero de todos los animales, cuando ve (o intuye) un cuerpo en el suelo, también se acerca. Dicen que es curiosidad o morbo. Pero es un morbo que choca con el gesto de taparse la vista ante una imagen desagradable. ¿En qué quedamos? ¿Queremos verlo o no? Si no paramos para ayudar, ¿para qué lo hacemos? Quizás (sólo quizás) hay ancestrales instintos que nuestro evolucionado orden social no nos ayuda a eliminar. ¡Carne!

Por favor, ¡circulen!