miércoles, 31 de enero de 2007

¡Salvemos el Amazonas!

No quiero engañar a nadie. Esta entrada no va sobre el Amazonas. Bueno, sí. Bueno, un poco sólo. Bueno, mejor decídanlo ustedes.

Hoy se ha presentado oficialmente el sistema operativo que todo el mundo estaba esperando (esto, por si no se han dado cuenta, es sarcasmo): Windows Vista. Efectivamente, hoy veremos colas en grandes almacenes y tiendas, de gente, que seguro que son entendidos en informática (más sarcasmo). Hoy sus vidas van a cambiar, sin duda.

Pero, realmente, ¿necesitamos Windows Vista? Nosotros no se, pero está claro que Microsoft sí. Pero no sólo Microsoft, muchos otros fabricantes de Software también celebran hoy el lanzamiento. Y lo que es más, también se frotan las manos los fabricantes y vendedores de ordenadores. Pero, ¿por qué?

Nunca os habéis preguntado ¿porqué el ordenador que os acabáis de comprar y que es mucho mejor que el que estáis jubilando, en dos años será una antigualla? Si bien es cierto que el ordenador se deteriora con el tiempo (como todo), su vida se acorta mucho más rápido por otras razones: la principal, en mi opinión, es el abuso de recursos de los programas que corren sobre este. Fíjense que cada vez que sale una versión nueva de un sistema operativo o un programa, éste, requiere más memoria, más disco duro, mayor ancho de banda, etc. Pero realmente, ¿ofrece prestaciones tan superiores a la versión previa que justifiquen dichos requerimientos?, ¿Alguien ve un paralelismo con lo que hacemos con los recursos que nos ofrece el planeta? Bueno, creo que no voy a responder a estas preguntas. Se responden solas.

En fin, me estoy alargando demasiado y todavía no he hablado del Amazonas. Vamos a ello: Ayer, en el trabajo envié un documento a la impresora, y fui a buscarlo. Al llegar, vi en ésta un error y que todas las hojas que había cargadas en las bandejas de entrada, ya estaban en la de salida con símbolos escritos al azar. Recogí el mazo y vi en la primera hoja el nombre del propietario así que fui a su despacho y le di las hojas. Me comentó que estaba probando el Windows Vista, pero que no había enviado nada a imprimir. ¡Nada!

Bueno, parece que el Windows Vista va un poco más allá que el Windows XP. Se supera. ¡Es capaz de decidir cuándo imprimirte un documento! Por ahora no lo imprime bien, pero hay que tener confianza. Eso sí, mientras arreglan el tema de la configuración de impresoras en Windows Vista, hago una llamada a desconectarlas del ordenador para que no se coman el papel, ¡que no nos sobra! ¡Salvemos el Amazonas!, por favor.

martes, 30 de enero de 2007

CINE - Luces al atardecer


La semana pasada fui al cine a ver Luces al atardecer (Laitakaupungin valot), del director finlandés Janne Hyytiänen Aki Kaurismäki. Tengo amigos finlandeses y de vez en cuando hay que hacerles una concesión. De vez en cuando, eso sí, porque fue bastante duro (y pensar que yo les he llevado a ver Los amantes del círculo polar o Todo sobre mi madre. En fin...).

La película habla de un hombre, Koistinen, que es un eterno perdedor. Todo y que tiene ciertas aspiraciones, todas se ven truncadas sin ningún tipo de opción. Por si fuese poco, se cruza en su vida una mujer y un grupo de mafiosos que poco le ayudan. Esta es la tercera película de la trilogía del director dedicada a los perdedores.

El protagonista no muestra muchos sentimientos (positivos o negativos), con lo que la película se hace lenta y un poco pesada. Debo decir que, si bien los finlandeses, suelen ser menos extrovertidos que sus vecinos del sur, la película lleva este punto en demasía al extremo.

En fin, un poco deprimente y muy lenta. Así que es bueno que no te pille triste, por que si no te duerme, te hunde. Y tampoco es cuestión, ¿no?

Conclusión: Mi película finlandesa preferida sigue siendo Las aventuras de Ford Fairlane (que ni siquiera es finlandesa, sólo lo es su director). ¡Qué triste!

Nota: D (¡a repetir!)

lunes, 22 de enero de 2007

¿Qué más quieres?

El ser humano tiene comportamientos que le diferencian claramente de los animales. Hacemos cosas inteligentes (sí, posiblemente esta ha sido una afirmación demasiado optimista), pero por otro lado, también hacemos cosas realmente absurdas. Algo que solemos practicar muchos de nosotros y que no tiene un claro objetivo o sentido es: el coleccionismo.

Realmente la gente no disfruta haciendo colecciones. La gente ¡sufre! ¿Por qué? Pues porque, por definición, las colecciones tienen principio, pero no tienen final. Cuando consigues una cosa, estás feliz por un momento, pero inmediatamente estás deseando tener la siguiente pieza de la colección. Las colecciones nunca se acaban. Nunca. Bueno, las de cromos, y las de orinales del mundo, quizás si, pero pagando, ¡eh! Pero esas son pseudocolecciones, conste.

Entonces, la gracia de coleccionar ¿es no pagar? Al principio sí, pero llega un momento en que te tienes que saltar esta norma, y pasas a ser esclavo de tu propia colección. Pero no sólo tú, sino tu familia, tus amigos, etc. Y entonces, tomas consciencia de la existencia de más y más objetos y de que la velocidad que llevas ¡comprando! es mínima en comparación con la del crecimiento del número de objetos. ¡Qué frustración! A ver cómo le explicas al psiquiatra que estás deprimido por que tu vecino tiene más sellos que tú. ¡Qué vergüenza!

Pero, ¿qué es una colección, exactamente? Dice el diccionario que es un Conjunto ordenado de cosas, por lo común de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor.

Pero entonces, si tengo dos cosas, ¿tengo una colección? Yo creo que eso es algo muy subjetivo y es importante ser consciente que las dos primeras piezas de una colección son las únicas fáciles de conseguir (si no, fijaros en todas las colecciones que nos ofrecen en los kioscos: "las dos primeras piezas por sólo ¡un euro!"). Claro, vas a una fiesta y se destapan botellas de cava de dos marcas. Por favor, las chapas, a la basura (correspondiente) inmediatamente, no las vea un coleccionista compulsivo y se sienta afortunado.

Volviendo a la definición, y a propósito de las chapas de cava, recuerdo: "reunidas por su especial interés o valor". Con todo el respeto, ¡eh! Claro que si lo pienso, sobres de azúcar, figuritas, mecheros, llaves, todo es lo mismo.

Lo importante es, una vez te has empezado a gastar dinero, comprar alguna caja especialmente diseñada para guardar la colección. Claro, si vienen tus amigos a casa, no vas a sacarles una bolsa y vas a volcar 200 chapas de cava sobre la mesa. Eso, ¡es chatarra! En cambio, si sacas unas bandejas donde tienes las chapas colocadas, te respetarán. Serás su ídolo. Incluso cuando vayan a una fiesta, si alguien abre una botella de cava, ellos dirán "tsss, dame la chapa, que tengo un amigo que las colecciona. Sí, sí, tiene muchas, mil o así. Y es mi amigo, ¡eh!".

Pero esto no acaba aquí, hay gente que va más allá. Tengo un amigo que es coleccionista de colecciones (llamémosle el meta-coleccionista). Eso ya es pasar a un nivel dos: "el coleccionista que ha superado el nivel del coleccionista". Pero eso es muy peligroso, y si estás cerca y te consideras su amigo tienes un objetivo principal: nunca debe haber dos cosas iguales al alcance de su vista. Y si ves que coge algo y se lo queda mirando con interés, tienes que hablar de ello con desprecio. A la que dices por equivocación "Ala!, ¿qué es eso?", él te responde con orgullo "es una cáscara de berberecho. Las colecciono". En fin, hay que ayudarles, recordadlo.

Evidentemente, como en todo, hay perversiones del concepto (y no me refiero a la colección que se mostraba en la gran película La escopeta nacional. ¡Magistral película y magistral colección!). Dejando de lado las armas (¡cómo es posible!), el caso más claro es el de aquellos que sufren el síndrome de Diógenes. Estas personas lo recogen todo. Sí, sí, un contenedor de basuras, para ellos es como el Corte Inglés en modo self service. Si es que todo se puede aprovechar. Hablando en serio, es un problema muy grave para ellos, sus familias y sus vecinos, por la cantidad de basura que pueden llegar a acumular en casa.

Pero bueno, después de todo esto, no puedo ocultar que yo colecciono un par de cosas o tres. De manera seria, sólo monedas, pero también tengo figuras de viajes, algunas películas, y poca cosa más. Pero lo que más me gusta coleccionar son sonrisas. Me quedo una tuya, ¿vale?

miércoles, 17 de enero de 2007

Todo es relativo. Pero el tiempo, más

Oí una vez en televisión una historia que se me quedó grabada. La contaba Lorenzo Lamas. Sí, "el rey de las camas", el actor de Falcon Crest y de Renegado. Hablaba Lorenzo de su padre, Fernando Lamas, también actor y mayor galán que su hijo, si cabe (estuvo con varias mujeres, entre las que reconocemos fácilmente a Esther Williams).

Lorenzo explicaba, si no recuerdo mal (cosa bastante probable), que una vez, en una fiesta en Hollywood, su padre conoció a Albert Einstein. Era una fiesta donde había actores, actrices, y otra gente famosa de la época.

Estaba Fernando sentado, y se le acercó Albert, el cual admiraba su trabajo, pero sobre todo su capacidad para atraer a las mujeres. Y le dijo algo así como: "vaya suerte tiene usted, señor Lamas, siempre rodeado de bellas mujeres". A lo que el actor contestó "No crea señor Einstein. Todo es relativo". La respuesta del científico fue evidente: "¡Qué me va a contar!"

Esta historia me viene a menudo a la cabeza. Cuando se estudia física relativista, hay que hacer algunos esfuerzos extras para lograr entender todo lo relativo a la relatividad (valga la redundancia, o no). No es sencillo aceptar que el tiempo no es absoluto, y a veces hacerlo requiere un acto de fe.

Pero si nos fijamos, no es tan difícil de comprender el concepto, ya que experimentamos esa relatividad (en cierto modo) continuamente. Así, no pasa igual una hora en el dentista que una hora con la persona a la que amamos (disculpen la cursilería). En ese caso, nuestro reloj interno relativiza el tiempo, haciéndolo más denso o más laxo según el caso. Bueno, si nosotros mismos lo vivimos, supongo que lo que nos dicen los científicos (e.g. [1]) y el señor Lamas debe ser cierto.

¿Se le ha hecho esta entrada larga o corta? En fin, todo es relativo.

lunes, 15 de enero de 2007

Busque, compare...

Al ser humano, no se por qué curiosa razón le encanta comparar. Le gusta hacer muchas cosas, pero comparar, ¡eso si que es divertido! Lo hacemos sin parar, obviando siempre lo que dice la sabiduría popular: las comparaciones son odiosas. Eso sí, que nadie nos incluya en sus comparaciones. ¡Es una falta de respeto!

Esta entrada, de todos modos, no habla de comparaciones personales. Me gustaría expresar algo que me viene a la cabeza a menudo cuando comento con otra gente una película o un libro.

Cuando vemos una película basada en un libro siempre surgen expresiones como: "El libro era mejor", "Hombre, es que resumir 400 páginas en hora y media, no es fácil" o "Es igualita al libro", entre otras. Realmente, no nos damos cuenta que no tiene sentido comparar. Los lenguajes utilizados por el cine y la literatura son totalmente diferentes. ¿No nos enseñan en el colegio que no se pueden sumar peras y manzanas?

Los libros son libros y profundizan mediante descripciones o explicaciones que surgen directamente del punto de vista del escritor (posteriormente las transforma el lector, evidentemente), mientras que el cine suele basarse más en la fuerza de la imagen y en la interpretación que da el espectador a esa imagen. Así, una película podría ser un conjunto de imágenes y una voz en off que leyese el libro en el que se basa. En ese caso, la película sería como el libro, pero no aportaría mucho.

Hace poco vi el perfume, película basada en el famoso libro de Patrick Suskind. El libro, me encantó por la manera en que el autor transmite las sensaciones del protagonista. La película, me encantó por la manera en que el director transmite las sensaciones del protagonista. Y ambos, lo hacen de manera diferente. ¿Por qué? Por que ambos hablan idiomas diferentes, aprovechan recursos diferentes. Uno vende manzanas y el otro, peras.

domingo, 7 de enero de 2007

¿A cuánto va el crimen?

Aunque seguro que no es una gran película para los críticos, me gustó Minority Report. Esta propone un concepto que me parece interesante, para debatir luego toda la ética y poética que lo envuelve: el precrimen.

El protagonista, interpretado por Tom Cruise, es un policía futurista, que tiene una herramienta con la que puede preveer los crímenes. Sí, puede saber el nombre del criminal y el crimen que va a cometer, ¡antes de que se cometa! Gracias a esto, teóricamente se puede reducir el crimen a cero, ya que los precriminales son cazados por Cruise con las manos en la masa.

Una de las cuestiones centrales de la cinta es: si una persona todavía no ha cometido un crimen, ¿es ético juzgar a esa persona por dicho crimen? Yo no voy a dar mi opinión. Simplemente, me gustaría que nos diésemos cuenta que el precrimen se aplica en la actualidad. Sí, se nos aplica a todos nosotros, pero, con una sutil diferencia.

Cuando compramos un CD virgen, cuando pagamos nuestra conexión a Internet, cuando compramos un disco duro para nuestro ordenador, etc. pagamos un canon, que va a parar a la sociedad general de autores y editores de España (SGAE).

Ese canon es un castigo por que somos precriminales. Sí, ellos se adelantan y saben que esos CDs van a ser para copiar música/programas (ilegalmente) y esa conexión es para bajarse música/programas (ilegalmente). Lo único es que no va a venir Tom Cruise a detenernos. En vez de eso, nos cobran un canon. Un canon que nos da permiso a hacer cosas ilegales. Sí, sí, nos cobran, por que saben que vamos a utilizar todo esto para cometer un crimen. Nos venden un permiso para cometer ese crimen. Es curioso. Muy curioso.

Pero claro, esto me hace pensar: y si compro un cuchillo, ¿no debería pasar un par de días en la carcel? o quizas, debería pagar un canon. A ver, sólo por si acaso, ¡claro!

lunes, 1 de enero de 2007

Helarte al límite

Aunque no entiendo mucho de arte, intento disfrutar de él y me esfuerzo por entenderlo, y comprender lo que los expertos cuentan, aunque creo que éste va más allá de toda explicación.

Dicen que el arte, el buen arte, tiene que generar en las personas algun tipo de reacción. Me da la impresión que hay gente que lleva este concepto al límite y se aprovecha de él. Acepto que quizás lo hacen convencidos de aportar algo, y seguro que a muchos les gusta, pero creo que a veces se parece demasiado al cuento de aquel rey que contrataba a los mejores sastres de su reino para que le hiciesen el traje más bonito jamás diseñado.

[Para quien no lo recuerde, el traje no existía, pero los sastres tomaban el pelo a todo el mundo diciendo que la tela utilizada sólo podía ser vista y apreciada por aquellos que eran competentes en su trabajo. Evidentemente, nadie la veía pero a todos les parecía maravilllosa. Incluso al rey.]

Por circunstancias de la vida, he tenido la suerte de estar en algunos de los mejores museos del mundo, y la verdad, es que he visto de todo.

Hace unos años, en el MOMA de Nueva York vi un cuadro que me engañó. De lejos, pensé que habían dibujado un corte sobre el lienzo. Era tan realista que era real. Era un corte sobre el lienzo. ¡Pues vale!

Hace menos tiempo, en el MACBA, en Barcelona, vi un cuadro que se llamaba algo así como El Capitolio en blanco, y era un cuadro totalmente en blanco. Me pregunto ¿cómo sería el Parlamento británico en blanco? Estoy por ponerme a hacer toda una serie de cuadros de esta temática. No se, me veo capaz.

Y no hablemos de aquello que llaman (de manera moderna) performance, y entre las que encontramos: "silla con chaqueta colgada" (bueno, quizás la chaqueta era de un visitante y no me fijé bien en el título), "casa explotada, trocitos recogidos y colgados del techo" (esta la vi en la Tate Gallery, creo. ¡Cosa fina!).

Bueno, acepto que haya gente que le guste, pero cuidado no le enseñemos estas obras a un niño y éste, como en el cuento diga: ¡Pero si va desnudo!